viernes, 13 de septiembre de 2013

Primera parte: Draugar (XXV)



Esperó hasta que empezaron a cenar. Era el momento en que hablaban de intranscendencias, o simplemente se quedaban en silencio. Sara carraspeó con suavidad, intentando llamar la atención de Aislin. Había estado pensando en la mejor forma posible para decírselo, la más sensible, pero no era capaz de encontrar algo que fuera menos doloroso que lo demás. Al final optó por intentar ponerse en el lugar de Aislin ¿cómo le gustaría a ella que le comunicasen una noticia así? Decidió que la forma más directa era la que menos angustia causaba.

- Aislin…- comenzó- He oído algo en la universidad.

- ¿Algo de qué?- parecía que la irlandesa esperaba algún cotilleo sin importancia. O tal vez alguna voz que la criticara. Sonaba divertida.

- Es sobre Hákan.

- ¿Qué? –ahora sí sonaba interesada. Tal vez no preocupada como Sara había supuesto, pero sí interesada. 

Sara tomó aire para darse fuerza.

- Ha muerto.

Se hizo un silencio tenso. Sara intentaba mantener una expresión amigable que quería transmitir “no hay de qué preocuparse, todo irá bien”, al par que se mantenía en respetuoso silencio ante una Aislin que parecía en estado de shock. Había dejado los cubiertos en el plato y mantenía la mirada fija en el vaso, como si pudiera darle la respuesta a una pregunta sin formular. 

El intento de Sara por ser un apoyo silencioso para su compañera resultó más difícil de lo que creyó en un principio. En especial, porque le resultaba complicado contenerse ante la expresión grave y circunspecta de Kjell. La española estaba completamente convencida de que aquel hombre sabía tanto como podía saber Gabriel. Aún no había decidido qué debía creer y qué no, pero tenía muy claro que había gente que creía en ello. Por la expresión de su invitado, Sara dedujo que era una de esas personas. Le costó muchísimo contener un bufido. Muy bien, creía saber qué había matado al amigo de Aislin. También creía saber que era un asunto serio y peligroso. Pero en ese preciso momento era mucho más importante apoyar a la irlandesa. Al menos así se lo parecía a ella. En su fuero interno estaba deseando levantarse y zarandearle, hacerle ver las cosas del modo correcto, aunque sabía que no merecería la pena. 

- ¿Cómo te has enterado?-preguntó Aislin sin apartar la mirada del vaso.

- Me… me lo contó Gabriel.

Entonces sí que levantó la cabeza y la miró directamente.

- ¿Y cómo es que se entera antes él que los que somos más cercanos?

- Yo…- ¿qué iba a decir? La verdad era surrealista.- No lo sé. Supongo que por las circunstancias en las que le encontraron. Es psiquiatra, habrá tenido que tratar con quien le encontró – era mentira. Pero una mentira más lógica que la verdad.

- Le encontraron…- la irlandesa parpadeó un par de veces. Parecía confusa.

- Le encontraron… ¿no ha muerto de muerte natural?-la pregunta de Kjell parecía un tanto fuera de lugar. El tono era grave, como si se forzara a hablar. Además, sus palabras sugerían más de lo que decían.

- No. No ha muerto de muerte natural. 

- ¿Y de qué ha muerto? ¿Le han matado? 

- Eso parece.

- ¿Cómo?

- ¿Cómo? –Sara se veía de pronto abrumada por las preguntas de su amiga.-¿Cómo coño quieres que lo sepa? 

- Pareces muy informada. – amargura. Aislin se sentía dolida, traicionada de algún modo. 

- Yo no estoy informada. Sólo sé que encontraron su cuerpo en la capilla del cementerio. 

- Es más de lo que yo sé, no…-se interrumpió. No estaba segura de haber escuchado bien- ¿en la capilla del cementerio?

Sara asintió.

- Sí. En la capilla del cementerio. ¿por qué?

Aislin se levantó de la mesa.

- Oye, mirad, lo siento, yo… creo que quiero estar sola.

Salió de la cocina sin mirar atrás. Sara comprendía que quisiera estar sola, aunque le sorprendía que se marchase al mencionar el cementerio. Por primera vez se preguntó si ella era la única que no sabía qué estaba pasando. La sensación de que le ocultaban información fue de pronto certera. Observó a Kjell, que había seguido con la mirada a Aislin mientras marchaba y ahora parecía ocupado desmigando el pescado de su plato con un tenedor.

Sara se volvió a mirarle. Por un momento pensó que sentía su mirada como algo físico y que por eso levantó la cabeza para mirarla directamente a los ojos. Se sintió incómoda, intentó apartar la vista de los iris azules que la atrapaban. Sentía que no podía moverse. En un impulso que luego no sabría explicar, apartó de su mente los pensamientos sobre Gabriel y los vampiros. Tomó aire con dificultad, imaginó una pantalla oscura y una cuenta atrás desde 10, con los números apareciendo en blanco sobre el fondo negro de su mente. Kjell rompió a reír cuando estaba en el número 3.

- No está enfadada contigo.- dijo. Y entonces Sara parpadeó, como liberada del hechizo.

- Ya, yo…- ¿era posible que lo estuviera imaginando todo? Sentía que le embargaba la paranoia. Por un momento había pensado que Kjell era capaz de leerle la mente. Pero no, parecía que simplemente pensaba que estaba preocupada por Aislin. Suspiró. Estaba metiéndose en un mundo que no le interesaba en absoluto y empezaba a perder el contacto con la realidad. – No tenía que haberle dicho nada –dijo a pesar de sí misma. Y tan pronto como las palabras salieron de su boca, supo que eran completamente sinceras. Realmente, no tenía que haber dicho nada. No era quién para hacerlo.

- ¿No tenías que haberle dicho nada? – El hombre parecía realmente sorprendido.

- No, no tenía que habérselo dicho. Debería haberse enterado por si misma.

Kjell se encogió de hombros y sonrió de nuevo. Luego se levantó de golpe.

- Hablaré con ella.- dijo simplemente.

En menos de un minuto, Sara estaba sola en la cocina. No estaba segura de qué había pasado realmente y se sentía un tanto desconcertada. Terminó de cenar sola, mientras dejaba que su mente analizara lo ocurrido. No llegó a nada concluyente, pero una cosa sí que tenía clara: Gabriel tenía razón. Tal vez no literalmente. Quizás los vampiros existieran o quizás no, pero la creencia en ellos estaba tan enraizada en aquellas personas, que influía en su vida diaria. También, que estaba al margen, que había muchas cosas que no sabía. 



Cuando terminó de fregar los platos y regresó a su habitación, tenía algo decidido: iba a llegar hasta el final. De algún modo, iba a enterarse de todo lo que estaba sucediendo.

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