sábado, 14 de septiembre de 2013

Primera Parte:Draugar (XV)



Aislin estaba sentada en su escritorio. Jugueteaba con el brazalete de bronce que Hákan le había dado para analizar. Casi se había olvidado de él. Sabía que aquello guardaba alguna relación con lo que estaba pasando, lo supo desde que Kjell le contó sobre los Hijos de la Tumba y su ligazón a algunos objetos. Sintió deseos de estampar el brazalete contra la pared y olvidarse de él para siempre. O volver a enterrarlo. Escuchó que la puerta del cuarto se abría.

- ¿Cuándo te he invitado a entrar?

- Me invitaste a entrar hará un par de semanas. Al salir del hospital.

Aislin sacudió la cabeza y apartó el brazalete de sí.

- No sabía que eras tú. –dijo simplemente a modo de saludo.

- ¿Preferirías haberte enterado por otra fuente?

- Preferiría que no hubiera pasado.

Kjell asintió. Dio un par de pasos hacia el interior, observando la habitación. Era grande, espaciosa. Sólo había una cama, un armario, un escritorio y una estantería. El resto era un espacio vacío para reflexionar caminando. Dado que casi todo el espacio libre estaba cubierto con una alfombra suave, Kjell pensó que posiblemente Aislin caminaba descalza por la habitación. No era una mala costumbre. Terminada su inspección, se sentó con suavidad en el borde de la cama. Cerró la sudadera con las manos y cruzó los brazos sobre el pecho.

- Me mentiste- no era una acusación, sólo la constatación de un hecho.

- ¿En qué?

Aislin se volvió para mirarle. No se había molestado siquiera en cambiar de postura mientras él daba vueltas por el dormitorio. Le daba un poco igual todo en ese momento.

- En que me dijiste que no tenías nada de esos vampiros.

- No tengo nada.

- ¿No?

Señaló con un movimiento de cabeza el brazalete. Aislin puso los ojos en blanco.

- ¿Cómo iba a saberlo?

Kjell bufó. Sabía que mentía, pero tampoco la culpaba por ello. No era la clase de persona que daba explicaciones y precisamente por eso, tampoco se sentía inclinado a pedirlas.

- ¿Cómo no ibas a saberlo?

- ¿Qué?

- Conoces todos los hechizos rúnicos de la historia de Islandia. En la historia de la hechicería de Islandia no aparece ese símbolo. Ese símbolo es el de los retornados.

- ¿El de los retornados?- Aislin parecía de pronto interesada.- ¡He estado casi un mes pensando en qué podía ser!

Cogió el brazalete en la mano con precipitación y dejó caer en la cama junto a Kjell. Sin soltar la reliquia, la acercó a la luz de forma que ambos pudieran verla y fijó la mirada en la runa.

- ¿Qué significa?

- Significa que hay dos muertos atados a este brazalete.

- ¿Nada más?

- Nada más. ¿Qué más puede ser?

- Pues… no sé. Me dijiste que esta gente ataba a los muertos para cumplir una misión ¿no? ¿Dice ahí qué clase de misión?

- La clase de misión no aparece.- Kjell sonreía de forma misteriosa. Como si se estuviera conteniendo para no reír, o como si ocultase información.

- ¿Y dónde aparece?

- No aparece.

- ¿No? –sonaba decepcionada.

- No. Las misiones se recitaban en una nídstöng.

Conocía el ritual. Consistía en clavar la cabeza de algún animal, normalmente un caballo, sobre un poste de madera y recitar la maldición poniendo a los espíritus y los dioses como testigos. Siempre pensó que no era más que un asunto simbólico, una forma de intimidación al enemigo. Normalmente el caballo solía ser el de la persona a la que se quería intimidar, así que el razonamiento era bastante lógico. Aún en tiempos recientes se había llevado a cabo de modo simbólico. Hasta donde sabía, la última vez que se había hecho algo así fue en la protesta contra la presencia de una base militar estadounidense en Islandia, aunque en aquella ocasión se había usado la cabeza de un bacalao en vez de la de un caballo. Nunca se le hubiera ocurrido relacionarlo con el levantamiento de muertos.

- Una nídstöng.-comentó incrédula- ¿con la cabeza de un caballo?

- Con la cabeza de un muerto reciente.

Aquello tenía más sentido. Vida a cambio de vida, era una forma bastante común de aplacar las posibles consecuencias de atentar contra el orden natural. Sustituían un muerto por otro. Cualquiera que fuera el estado de las cosas, el equilibrio tenía que continuar.

- Vale. A ver, oye… me dijiste que con algo de ellos se les podía detener.

- Lo dije, sí.

- ¿Me vas a contar cómo?

Kjell la miró divertido por un momento.

- Contar cómo…Preferiría hacerlo yo. Si lo hiciera yo acabaríamos antes.

- Me da igual. Quiero saber cómo. Quiero hacerlo yo. Soy yo la que quiere venganza.

- ¿Eres tú la que quiere venganza? ¿Qué te hace pensar que no la quiero yo también?

Aislin le miró suspicaz.

- ¿Qué te han hecho a ti?

- ¿Qué me han hecho a mí? Me han hecho… mucho.

- Bueno, guárdate el secreto, si lo prefieres. Mientras lo guardes, me han atacado y han matado a Hákan y a Helga, que no tenía nada que ver en el asunto, así que yo gano. Quiero vengarme. Enséñame cómo.

- Muy bien. Mañana por la noche, después de cenar.

Kjell se levantó y se dirigió a la puerta.

- ¿Por qué no ahora?

Se volvió y sonrió con expresión paciente.

- Permítete a ti misma un día de duelo. El duelo ayuda a aceptar la pérdida. Aceptar la pérdida enfría la tristeza. Enfriar la tristeza te hace más capaz para la venganza.

Bien, le pareció bastante justo. Asintió, y Kjell dejó la habitación. No le dio tiempo a cambiar de posición, cuando vio que entraba de nuevo.

- Aislin –dijo desde el marco de la puerta.

- ¿Sí?

- Descubrirás ciertas verdades que no te gustará oír. Ciertas verdades que duelen.

- ¿Intentas disuadirme?

Kjell sacudió la cabeza.

- Intento decirte que las cosas no son siempre lo que parecen.

Entonces marchó. Aislin se sintió tentada de retenerle, pero fue sólo un impulso. No iba a pedir explicaciones a ese comentario.

Si hubiera sabido a qué se refería, su reacción hubiera sido muy distinta.

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