domingo, 25 de agosto de 2013

Primera parte: Draugar (XX)



Aislin daba vueltas inquieta en la cama. Había revisado el correo una y otra vez. Había llamado varias veces por teléfono. Hacía algo más de una semana que había salido del hospital y no había recibido noticias. No era propio de Hákan algo así, cuando era profesor suyo y tenía una gripe, solía llamar para ver cómo evolucionaba. Además, había enviado varios mensajes, tanto de correo como al teléfono. Pero nada.

Pensó que lo mejor sería pasarse al día siguiente por su despacho e intentó dormirse. No era capaz de hacerlo, se sentía inquieta. Tenía el presentimiento de que algo iba mal, no era capaz de calmarlo. Rendida a la evidencia de que pasaría la noche en vela, se levantó a por una taza de algo caliente.

- ¿No duermes? –preguntó Kjell al verla pasar por el salón. 

Estaba sentado en el sofá, con un portátil sobre las rodillas y unos auriculares. La imagen resultaba divertida, en especial tomando en consideración la pregunta que había hecho y que eran las tres de la madrugada.

- Tú tampoco. 

- Yo no duermo. Sabes que no duermo por la noche.

- ¿Y qué haces? – Aislin se acercó lo suficiente como para ver la pantalla.

- Veo una película.

- Ya. ¿cuál?

- Una película. A ver… Noche de Miedo.

- ¿En serio?

- Noche de miedo. La versión del año pasado. Me gustaba más la de los ochenta. Los ochenta. Tenías que haberla visto en el cine. El cine era un buen sitio para ir en los ochenta.

- O sea, que te pasas las noches tirado en el sofá viendo pelis de terror malas como un adolescente.

- No son malas. Sí, son malas. Pero puedes aprender mucho de la cultura popular de esta época viendo esta clase de películas. Esta clase de películas es… interesante.

- ¿Qué será lo próximo? ¿Vas a ver el Diario de Bridget Jones para conocer a las mujeres?

- El Diario de Bridget Jones… ¡Oh! No, no. El diario de Bridget Jones dejó de ser útil para conocer a las mujeres en los noventa. Ya no vale. Sí vale. Pero vale sólo para ver el tipo de concepto de cortejo que tienen en Inglaterra. El tipo de concepto de cortejo que tienen en Inglaterra no ha cambiado en los últimos trescientos años.

- Qué bien. ¿no tienes nada mejor que hacer?

- La verdad es que no. La verdad es que no. Pero no pierdo el tiempo. Tu amiga duerme mucho mejor desde que estoy aquí. Desde que estoy aquí no tiene visitas. Puede que hasta se olvide.

- ¿Visitas?

- Visitas. ¿No lo sabías?

- No ¿Qué visitas?

- Ellos han venido por aquí. Los vampiros. Los vampiros han entrado en sus sueños. 

- ¿Cómo sabes eso?

- Lo noté al conocerla. Al conocerla pareció alterada por mi presencia. Como si mi presencia le desconcertase. O le aterrase. O le resultase atractiva. Sólo alguien bajo su influencia siente todo eso a la vez en una situación así.

- ¿Lo sabe? ¿Me estás diciendo que tengo a una amiga de esos vampiros en mi propia casa?

- No he dicho que sea su amiga. ¿Su amiga? Está manipulada. Pueden hacerte creer que simplemente sueñas. Se meten en tu mente. Te utilizan. No creo ni que sepa que está bajo su influencia.

Aislin hizo un movimiento con la mano. Kjell interpretó la señal correctamente y se hizo a un lado para que ella se dejase caer en los cojines. Estaban fríos a pesar de que él hubiera estado allí sentado.

- Kjell…-preguntó ella.- ¿Me pasa lo mismo a mí?

- No.

Demasiado rotundo. No le gustaba tanta rotundidad en la respuesta.

- ¿Me lo dirías si me pasase?

- Si te pasase ni siquiera te lo hubiera contado. No seas ridícula.

Tenía sentido, sí. No le convenía que lo supiese si estaba bajo su influencia. Quién sabe cómo podría reaccionar. O cómo reaccionaría el vampiro a la noticia de su nuevo conocimiento. 

- ¿Te quedas a ver la película o te vuelves a la cama?

Aislin dudó un momento. Prefería intentar dormir. Al día siguiente se levantaría temprano para ir a la universidad a hablar con Hákan. Además, estaba molesta porque Kjell no le hubiera contado desde el principio lo que le pasaba a Sara. Aunque bien pensado, debería haberlos supuesto: se portaba siempre de forma muy rara, alterada, durmiendo mal. Ella misma decía que no podía dormir. Agitó la cabeza, reprobatoria consigo misma. 



- Me voy a la cama.

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