lunes, 26 de agosto de 2013

Primera parte: Draugar (XXI)



- No había nadie. No estaba.

Con esas palabras saludó Aislin a Sara al día siguiente, cuando regresó del despacho de Hákan. La española estaba cocinando y el comentario la cogió por sorpresa.

- ¿No había nadie dónde?

Entonces pareció que su compañera se daba cuenta de que no le había contado a Sara su preocupación por Hákan. Se lo había contado a Kjell, pero no a ella. A decir verdad, desde que Kjell se quedaba allí, no habían hablado mucho. Tan solo durante la cena y normalmente era él el que llevaba el peso de la conversación. Se sintió avergonzada por un momento.

- Perdona, debí habértelo contado.

- ¿Contarme qué? ¿qué pasa?

- Es que… llevo un tiempo preocupada por Hákan. No he tenido noticias de él desde que salí del hospital y es raro, porque lo he intentado por todos los medios. Hoy me he pasado por su despacho, pero no había nadie. Uno de sus alumnos me ha dicho que lleva como semana y media sin aparecer por la universidad.

Sara miró a su compañera con sorpresa. ¿Un hombre falta al trabajo casi dos semanas y no hay nadie que intente localizarle? ¿Nadie denuncia su desaparición? No pudo guardar el comentario para sí.

- ¿Ha desaparecido?

- No creo…-Aislin parecía más inquieta de lo que decía.- Igual ha hecho un viaje o qué sé yo. ¿Por qué iba a desaparecer?- Pero sus gestos decían algo diferente. Decían que no se le había ocurrido. Y que era perfectamente posible. Sara contraatacó:

- ¿No tiene familia o algo así?

- Bueno…Tiene dos hijos pero viven en los Estados Unidos.

- ¿Y no tiene nadie que pueda denunciar su desaparición? Son casi dos semanas…

- Pues… Supongo que la universidad se encargará.

- Supongo. ¿quieres unos spaguettis? A mí se me ha quitado el hambre…

Aislin quedó desconcertada por un momento. Luego pensó en lo que Kjell le dijo la noche anterior, lo de las visitas de los vampiros y la forma en la que se metían en la mente de Sara. Sintió una punzada de sospecha. Tal vez, Hákan sí había desaparecido. Tal vez Sara, de alguna manera inconsciente, lo sabía. Y tal vez por eso se sintió mal de repente. 



Maldijo en voz baja. Ella no podía denunciar la desaparición de Hákan. No era nadie cercano a él, y si ni la universidad, ni su familia, ni los más cercanos lo hacían ¿quién era ella para hacerlo? Resopló. Claro que comería. Estaba hambrienta. Y después, intentaría saber más sobre el brazalete de bronce. Casi se había olvidado de él con los últimos acontecimientos.

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