Como ya dejé claro al principio, lo que motivó mi incursión definitiva en la creación de un mundo de vampiros fue el hecho de estar en la más absoluta soledad y contacto con la naturaleza en los Fiordos del Oeste de Islandia durante el verano pasado. Sin embargo, aunque las ganas, la necesidad de escribir, vengan por estar en el lugar adecuado en el momento adecuado, el camino hasta llegar a definir una idea abstracta en una historia, un emplazamiento, unos personajes, etc… es más largo que simplemente eso.
La idea, la primera idea, lo que se dice “el germen”, sí que fue fugaz, rápido. Un pensamiento breve, una sensación que se clavó en mi cerebro, hasta el punto de que cualquier otra cosa en que pensara me remitía a ella. ¡Incluso llegué a esbozar algunas ideas en los “diarios” que nos hacían llevar en clase para aprender islandés! Y fue muy simple ¿Cómo serían los vampiros escandinavos?
No era una pregunta baladí fruto de estar en Escandinavia. La idea llegó a mi mente mientras me preparaba el temario de las asignaturas de la universidad. Una de ellas, como también dije, era de vampiros en la literatura. Como requisito me pedían que leyera un buen puñado de libros y que viese un buen puñado de series/películas al respecto.
Fue viendo dos de ellas que me vino la idea a la cabeza. Estoy acostumbrada a un tipo de literatura vampírica Europeísta, que traza los orígenes de los seres de la noche hasta Babilonia, Egipto, Grecia y otros centros de la cultura en la Antigüedad occidental. Los orígenes de los personajes eran del Nuevo Mundo, o de las regiones más ricas, casi decadentes, vampiros franceses, ingleses, alemanes, o clásicos de Europa del Este. Incluso, en casos más “exóticos”, alguno que otro celta. Sin embargo, en la serie ‘Vampire Diaries’, vi cómo trazaban esos orígenes a los asentamientos vikingos de la América (¿Terranova? No sé dónde lo asientan, pero bueno), de mano de una bruja –völvas!!-. Por supuesto, no es en absoluto fidedigno a cómo fue históricamente, pero toca una especie de resorte en mí del que no tenía constancia, dejando el germen en mi inconsciente.
Elijah Mikaelson, uno de los vampiros vikingos de 'vampire diaries' |
Luego vino ‘True Blood’ y su vampiro-vikingo-superhero-cosa Erik Northman, aún más alejado de la realidad que los anteriores, pero también dejaba constancia de la “existencia” de vampiros del norte.
Erik Northman, el vampiro vikingo que de vikingo sólo tiene el actor que es y habla en sueco, de 'True Blood' |
Supongo que en realidad la idea venía de un par de años antes, de cuando leí ‘Déjame entrar’, y la niña vampira estaba en Escandinavia… tiene sentido, maldita sea, que unos bichos que sólo pueden salir por la noche vivan en sitios donde hay más de 20h de noche en ciertas épocas del año.
El germen de todo: Muy recomendable |
Entonces me planteé ¿Cómo serían los vampiros vikingos de verdad? Intentando responder a esa pregunta, me di cuenta de que habría más de un tipo de vampiro, dos, al menos: creados por la magia y creados por otra forma. Los creados por la magia serían en realidad muertos levantados por magos para llevar a cabo algún tipo de cometido. Pero no podía tampoco obviar la transformación clásica, así que lo primero que tuve claro es que en mi ‘universo vampírico’ habría más de un tipo de vampiro.
Esto planteaba ya un reto, puesto que ¿Qué clase de relación tendrían esas diferentes clases de vampiros? ¿Cómo podría la gente tener constancia de eso si estar ultraespecializados en el asunto esotérico, histórico, folklórico, literario, o lo que sea? La solución era casi casi obvia: escribe de lo que mejor conoces. Y lo que mejor conozco es la Edad Media, la magia, mitología nórdica… y la vida de estudiante, la experiencia de marchar de un sitio a otro para estudiar e ir descubriendo las cosas poco a poco, con una sorpresa cada vez.
Tenía ya dos de los pilares de mi historia: los personajes y el marco. Me faltaba un tercero, el resorte para ir dejando caer información poco a poco, y enseguida lo encontré, mientras escuchaba Milenio 3. ¡Sociedades secretas! Un clásico, faltaría más. Pero tenía que darle una forma nueva…
Bueno, pues nada, ya tenía todos los ingredientes… ¿qué podía hacer con ellos? A fin de dejar que mi mente volase por ahí a su antojo, por algún tipo de sendero oculto para mi yo consciente, y encontrase qué exactamente quería contar.
Fue entonces cuando comencé el comportamiento obsesivo: pasaba parte de mi tiempo libre leyendo cosas de vampiros, o mirando películas y series de vampiros hasta el punto que soñaba con ellos, con personajes, con escenas, con historias, con conversaciones. En mis sueños vi un vampiro estacado por los hijos de su víctima Vi un barco en llamas. Vi un misterio que venía desde una época que se llamaba de las luces, vi un hombre que fue niño, y que sufrió por magias y profecías, y que después murió… y a ese mismo hombre doscientos años después, y cien más, y otros doscientos… y entonces en el presente, como una figura atemporal, silenciosa, que presenciaba todo con impotencia. Vi el cumplimiento de la profecía, y el camino que llevaba hacia ella. Y supe que ese era el final. Ese mismo sueño era el final de la historia que quería contar.
Durante todo el proceso de primera escritura, mantuve el ritmo de consumo obsesivo de esa clase de productos, forzaba mis sueños, los escribía, llenaba los huecos con un proceso más normal. No negaré que me resultó, sin duda, lo mejor que había escrito jamás. No tengo problema en reconocerlo. Tiene algo de profundo, oscuro y antiguo… como si las historias de sus páginas hubieran venido a mi mente surgidas de un estadio anterior de mi inconsciente, toca ideas y fibras que o bien no sabía o bien no me había atrevido a tratar nunca antes abiertamente.
Fue un proceso que pasó de la atracción a la idea, de la idea a la obsesión y de la obsesión a sumergirme en las profundidades de mi propio yo interior. El resultado final ha sido pulido mientras era transcrito al ordenador, por supuesto.
Pero eso es otra historia, y merece ser contada en otra ocasión.
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