Algunos niños crecen con cuentos de hadas e historias de caballeros de
brillante armadura. Lo primero que recuerdo haber tenido en mis manos para leer
fue un libro que se llamaba “El retorno
de los Brujos”. Recuerdo que era muy pequeña. Pero que muy, muy pequeña. Debía
tener 6 o 7 años. Vivía en Bilbao, allá arriba cerca de Artxanda, y en la
habitación de mis padres había un viejo armario, de esos de madera oscura que
ocupaban toda una pared. No lo usaban para la ropa, si no para meter juguetes, libros, y cosas más o menos
innecesarias. Era un armario trastero, y en cuanto se descuidaban, me ponía a
rebuscar por ahí.
No recuerdo más que el título y una portada medio rota, con unas hojas
verdes que parecían ojos llorando. Y también un libro gris, con lo que entonces
creía que eran poemas, que decía en la portada “Las profecías de Nostradamus interpretadas”. Intenté, estoy
completamente segura de ello, leerlos. Pero como ya he dicho, era demasiado
pequeña para acordarme de nada de esos libros.
Del que sí que me acuerdo es de un pequeño librito negro, que leí mil
veces. Se llamaba “Nuestros poderes
ocultos”, de la editorial (creo que era la editorial) “La otra ciencia” y el autor Jean Riveran. Lo recuerdo como si lo
hubiera leído hoy mismo: hablaba de apariciones (recuerdo el caso de dos profesoras
francesas que decían tocar a una aparición y que tenía “tacto de corcho”. Recuerdo un dr. de algo que hacía viajes
astrales y que la mujer a la que visitó decía que sentía las piernas inmóviles “como llenas de gaseosa” y con una
fuerza que obligaba a que mirase hacia la dirección de la aparición) los
experimentos de telepatía, los médium, ectoplasmas, Allan Kardec como fundador
del movimiento espiritista, los fantasmas de vivos, los de los moribundos que
se despedían…es sorprendente cómo aquello se metió en mi mente de tal modo que
hoy, más de 20 años después, todavía lo recuerdo.
El caso es que más o menos por esas mismas fechas, hubo un día en que el
colegio nos bajó al Casco Viejo a ver la ría de Bilbao, que según ellos, “estaba
quedando tan limpia que hasta tenía angulas” (No es broma, llevaban como guía ¡una
angula de peluche!) y en el camino para arriba y para abajo, una de mis compañeras,
recuerdo incluso que se llamaba Ana, me habló de que en una de sus clases le
habían mandado leer un librito de la saga “El
pequeño vampiro”. Y me lo dejó. Y me encantó.
Así que dije a mis padres que me lo habían mandado a mí también y empecé
a coleccionarlos. Recuerdo que me gustó tanto, que cuando me regalaron allá con
9 años una máquina de escribir, transcribí literalmente el último de los libros
“El pequeño vampiro en el país del Conde
Drácula”. Hasta copié el dibujo de la contraportada en un folio aparte.
También con 9 años, empecé a leer los libros de pseudoparapsicología de
la ya por entonces novia de mi hermano, y “aprendí” a leer las líneas de las
manos y a echar el tarot. Recuerdo tener una baraja con todos los arcanos,
mayores y menores, pequeñita, como la mitad de una baraja normal. La verdad es
que en realidad lo que aprendí fue a conocer a la gente y entender sus
expresiones, porque leyendo las cartas a una tía –o algo- mía, le “descubrí” un
problema médico para el aún esperaba resultados, y “leí” en la mano de una
compañera de clase que se había quedado huérfana de padre cuando este era aún
muy joven. Era una cría, qué sé yo.
Era también la época de “Expediente
X”. Creo que lo pasaban los viernes o en Telecinco, sobre las 10 de la
noche. Y yo pedía que me abrieran el sofácama del salón para quedarme a verlo. Luego
bajaba un poco el volumen para que no supieran que me quedaba más tarde de lo
que terminaba la serie para ver otra que se llamaba “El señor de las Tinieblas”, sobre un policía vampiro que se
alimentaba de la sangre que una forense le daba de la morgue. O algo así. No sé,
no la recuerdo bien, pero sé que me gustaba la dinámica. Me gustaba el tema de
los vampiros.
Tan era así, que me medio obsesioné con el tema… a la manera de Antón Bohnsack:
supliqué y pedí y volví a pedir a mis padres que me llevaran de librería en
librería buscando libros de vampiros. Compré Drácula. Y lo leí, mil y una veces.
Me gustaba sobre todo la parte central, donde Mina y Lucy están en Whitby, y
van teniendo sueños, y apariciones, y poco a poco el vampiro se va metiendo en
sus vidas, y entonces llega Van Helsing, la dinámica entre los Drs, esas cosas.
El proceso del descubrimiento del vampiro.
Pronto me supo a poco. Tenía ya diez años, y en una de estas, mi hermano
trajo a casa un VHS alquilado de la película “Entrevista con el vampiro”. Aquello sí que me gustó. Durante días
pasé el tiempo libre que tenía intentando reproducir en una libreta vieja las
escenas e historias que había visto en la película. Ni siquiera sabía escribir
bien los nombres, y soy bastante consciente de que cualquier parecido con la
realidad era mera coincidencia.
Volví a las librerías. No tenía ni idea de que la película en cuestión
estaba basada en un libro, así que lo que en realidad iba buscando era
literatura de vampiros. Descarté cosas que luego me he sorprendido a mí misma
leyendo, pero esa es otra historia. Lo que de verdad importa es que entonces,
en la librería Goya de Bilbao, con diez años de edad, me encontré con un señor
libro de más de 800 páginas que llevaba por título “El ladrón de cuerpos”. Sí, ese ladrón de cuerpos, el de Anne Rice.
Sí, también lo sé, estoy de acuerdo: no es literatura para niños de 10 años.
Pero ¡Maldita sea! Me encantó. Me encantó la forma en la que Lestat (al
que por cierto… no asociaba al de la película de Entrevista con el Vampiro) vagaba de un siglo a otro, de un sitio a
otro, en busca de arte, historia y emociones. Me gustó David Talbot, con sus
formas británicas de erudito, la Talamasca, la reflexión, la dedicación a los
estudios… Casi podría decir que era inspirador, pero eso es otra historia también.
No tardé en hacerme con el libro anterior “Lestat el Vampiro” en una edición de tapas amarillas que ahora
mismo se cae a trozos, y con “La Reina de
los Condenados” y, finalmente, con “Entrevista
con el vampiro”.
Y fue entonces, en ese mismo momento, cuando comencé a escribir. Bueno,
tal vez un poco antes, con Lestat. Todo comenzó cuando un profesor mío de 5º EGB
(que más tarde me descubriría también el mundo de Tolkien y que sin quererlo,
cambiaría mi vida para siempre. Pero eso también es otra historia, una más
conocida, a la que no haré referencia aquí) al que le gustaba fomentar la
creatividad literaria de sus alumnos, nos mandó escribir un relato corto. Llevada
por el arrebato y el momento obsesivo en el que me encontraba, escribí una
historia sobre una cacería de lobos, bastante similar, aunque también bastante
diferente, a la del Lestat mortal.
Este profesor mío, Juan de nombre, me instó a que escribiera algo más
largo. Tenía por entonces un libro de nombre “Enigmas sin resolver: Los expedientes X más sorprendentes e
inexplicables de España”, de un por entonces desconocido Iker Jiménez, y
había una historia que me llamaba mucho la atención, la historia de Otxate. Ahí
que me lancé, y empecé a escribir sobre un padre y un hijo que se perdían en la
zona sin saber dónde se metían. Ahora suena divertido ¡tenía 11 años!, pero en
aquel momento me emocioné bastante con ello. Le dedicaba muchas horas, escribía
a mano o con la máquina de escribir, era muy cansado. Y entonces, por azares
del destino, el cuaderno en que tenía la historia, desapareció. Mi madre
siempre dice que no lo tiró, pero ¿Qué otra explicación hay? Estaba en la
mesita de noche, no lo movía de ahí… pero vamos, que eso da un poco igual. El
caso es que me deprimí bastante y pensé en no escribir más.
Lo que pasó realmente es que empecé una historia diferente, sobre un
internado en el que las monjas ocultaban un vampiro, atacaba a una estudiante y
un cazador era requerido. Típica historia, vamos. Pero escribí más de 150 páginas
de la historia, que luego se quedaban en unas 90. Fue la primera historia
completa de vampiros que escribí.
Blablabla, blablabla, vida, vida, pasa el tiempo, hay otros intereses,
blablabla, blablabla, instituto, universidad…. Islandia. Eso pasó el año
pasado, más o menos por estas fechas. Pedí un año de Erasmus en Reykjavík, para
estudiar Filología Inglesa, con la intención de poder acceder luego a un MA de
lingüística medieval, folklore, y otras cosas divertidas aquí. Entre las
asignaturas a elegir, había una de nombre “Vampires:
from Drácula to Buffy and Bill”. Y la cogí, claro.
Como la dinámica de estudios aquí es bastante más interesante que en
España, diré simplemente que para cuando llegué en agosto a intensivo de islandés
tenía el listado de lecturas de la asignatura: más de 45 relatos y novelas,
otros cerca de 30 ensayos, 5 o 6 libros de historia… lo devoré durante el
verano, muchos de ellos ya los había leído, pero los leí de nuevo y encontré
cosas nuevas en ellos.
Y allí, en los fiordos, en mitad de ninguna parte y con bastante tiempo
libre… escribí el borrador de la historia que ahora presento por escrito y en
abierto.
La escribí a mano, como llevada por un arrebato. Junté en ella todos los
elementos que me fascinan del mundo de los vampiros, así como otras muchas
cosas que he ido aprendiendo de historia, psicología, parapsicología, folklore
y narrativa, basándome en la premisa de “escribe siempre sobre aquello que
mejor conozcas”: Me dejé de clichés, de pensar en qué hacer y qué no, qué
pensará la gente o qué no… y ahí que me lancé.
Este es el 4º blog que abro. Los otros 3 eran muy amplios de temática y no tuve constancia. Este, en cambio, es única
y exclusivamente sobre el mundo de mi historia, sobre el mundo de mi imaginación
y mis sueños. Y cuenta con una gran ventaja sobre los demás: el 90% de su
contenido ya está escrito. Es cuestión de racionarlo e ir subiendo por
entregas, a la Dickens. No me robará tiempo, así que la constancia está
asegurada. Y después de un tiempo se torna en costumbre, así que no creo que
haya problema.
¿Y el otro 10%? Bueno, digamos que el asunto constará de 3 partes: la
historia propiamente dicha, (el 90%) un apartado de reflexiones sobre el
proceso de escritura, detalles del trasfondo del propio mundo, etc…(5%) y,
finalmente, un apartado en el que pondré parte de la documentación histórica,
de folklore, resources and futher information, y demás cosas del trasfondo histórico,
cultural y académico que hay detrás de la historia.
La configuración de blogger no me permite poner cada cosa en pestañas
diferentes, así que supongo que la mejor forma de llegar a una sección en
exclusiva sería recurrir a las etiquetas, en especial si alguien quiere leer la
historia sin entradas de las otras categorías por medio.
Nada más, bienvenidos a la noche más larga: la noche del solsticio de
invierno.
Vaya, fue hasta que leí "Islandia" que supe que se trataba de ti >_<
ResponderEliminarLo siento, soy dispersa para esto, aún me falla. Habría jurado que estaba leyendo una página que a ti te pareció interesante y que decidiste compartirlo en Facebook...
Y en fin, sólo me queda desearte mucha suerte,(eso es para que no te desanimes y sigas publicando)seguiré tu blog de cerca ^_^