sábado, 25 de mayo de 2013

Primera Parte: Draugar (XI)



.- ¿Dónde vas?- Preguntó Sara al ver marchar a Aislin de forma apresurada cerca de las seis de la tarde.

- A una charla que dan en la universidad un par de folkloristas. ¿Vienes?

- No, gracias. Tengo cosas que hacer.

No tenía nada que hacer en realidad. Simplemente se sentía cansada, tanto que lo único que quería hacer era tumbarse y dormir. Se había levantado temprano, sin embargo, porque quería empezar a trabajar en la idea sobre los arquetipos Jungianos, y pasó gran parte de la mañana poniéndose al día con las teorías del alumno díscolo de Freud. Después de un par de horas, lo había dejado de lado y había llamado a sus padres.

Fueron los primeros en darse cuenta de que tenía aspecto cansado.

- He dormido mal –había contestado ella- pesadillas y cosas así, será el estrés de trabajar tanto…

No era mentira. Había estado teniendo pesadillas desde el primer día que llegó a Reykjavík, pero la noche anterior fue la peor de todas. Primero, había caído dormida como un muerto nada más tocar la cama, en un sueño que más parecía un letargo, como cuando se tiene fiebre y se pasa gran parte del día durmiendo. En algún momento de la noche había empezado a escuchar que la llamaban. Era una voz agradable, le resultaba familiar. Después de un rato empezó a pensar que era la voz de su novio, que la llamaba en sueños y le pedía entrar para pasar la noche con ella.

Desde luego que lo hizo. Le echaba de menos, y aunque no tuvieran dinero suficiente como para vivir juntos, no iba a dejar pasar la oportunidad de la compañía, que podía incluso hacerla olvidar el mal rato que había pasado en el restaurante, cuando pensó que aquel tío las iba a seguir. Pero después de eso todo fue inquietud.

Volvió a soñar con el cementerio, con el lago. Notaba un dolor en la pierna, como si se le hubiese dormido, y, cuando despertó, le resultaba imposible levantarse, se sentía como un peso muerto en la cama, como si fuera de piedra. No había conseguido concentrarse en todo el día, tenía sueño, sólo quería dormir.

Decidió que lo mejor era rendirse a lo que el cuerpo le pedía. Se metió un rato en la ducha y después, fue inmediatamente a la cama. Eran las siete de la tarde, pero no importaba.

Notaba que algo le pinchaba en el pie al caminar, que cojeaba. No se había dado un golpe, así que supuso que había pisado algo y se había cortado. Levantó el pie izquierdo y miró el talón. En efecto, tenía un pequeño corte, como si se hubiera clavado una piedra afilada. Le puso una tirita encima y no le dio importancia.

En el momento en que recostó la cabeza sobre la almohada, se durmió.

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